3.3.07

Los Gimenem

Ya decía en un comentario anterior Cris - ¡A protestar. Todo el tiempo a protestar!
Evidentemente eso es lo único que nos queda, rabiar, putear, gritar, darnos la cabeza contra la pared y otra vez protestar.
Protesta que muchas veces no nos lleva a ningún lado, que cae en un saco roto, pero es una forma más de descargar bronca, de hacer catarsis, de desahogar las penas.
Hace tres semanas que estamos haciendo arreglos en casa, pero no para verla más bonita, sino para reparar las cagadas que se mandaron los anteriores albañiles.
Hace unos años llamamos a Manuel Giménez por recomendación de Graciela, una arquitecta, medio familiar de mi marido.
Tanto él como su gente nos inspiraron confianza desde el primer día, venían recomendados y la casa quedó en manos de ellos sin problema.
Como gente, buena gente, pero, siempre hay un pero, como albañiles "un desastre" (es poco decir).
Nuestra casa tiene unos sesenta años y estaba con baño y cocina originales, feos, de mal gusto, pero impecables.
Quisimos mejorar su apariencia, lo logramos, pero con el cambio empezaron los problemas, caños que pierden, desagües mal hechos y la humedad que no perdona ni a nosotros ni a nuestros vecinos.
A poco de concluir su trabajo nos dimos cuenta de las falencias del mismo y al día de hoy no logramos corregir los errores de tantos años.
Entre nosotros los bautizamos "Los Gimenem" por las macanas que se habían mandado, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Aunque sabemos bien que son chapuceros caímos en ellos una y otra vez a falta de "alguien de confianza".
Esta vez dimos con otro albañil, Juan, un poco por casualidad, me lo recomendó una profesora. Es que uno no puede meter a cualquiera en su casa y por ello siempre trata de buscar algún conocido de alguien.
Parece una persona capaz, hábil en su metié y espero que no nos defraude, porque estamos a la espera de una persona responsable e idónea en su oficio y no abundan.
El colmo de los Gimenem (Giménez) lo descubrimos hoy cuando al querer llenar la bañera comenzó a llover en casa de los vecinos.
Hubo que romper para ver de donde venía la cosa y cuál no fue nuestra sorpresa al descubrir que el desagote de la bañera tenía la sopapa rota atada con un pedazo de cámara de bicicleta.
Por una pieza plástica de dos mangos y la desidia de los Giménez se vieron perjudicadas dos casas con el consecuente desembolso de unos buenos pesos.
¿Y qué nos queda más que protestar y escrachar a los irresponsables de los que fuimos víctimas?

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