Desde que rige la ley anti-tabaco en Capital Federal los fumadores tuvieron que ingeniárselas para seguir despuntando el vicio.
En tanto los bares y confiterias debieron arbitrar los medios necesarios para no perder clientes.
En las oficinas los empleados deben salir a la vereda para fumarse un puchito.
Pero todo sea por la salud de aquellos que no fuman y que como fumadores pasivos se ven perjudicados.
Desde las autoridades cuidan a los ciudadanos que se encuentran en la Capital y a nosotros, los que estamos en la provincia de Buenos Aires, que nos parta un rayo.
Somos ciudadanos de segunda, no legislan para protejernos y eso que los impuestos que pagamos son superiores.
No hace falta vivir en el medio de la nada, en un lugar perdido en el mapa, basta con cruzar el límite capital - provincia para marcar la diferencia entre sus habitantes y sus autoridades.
Sé que resulta antipático para los fumadores la prohibición, sobre todo porque el vicio limita la capacidad de razonar, de ponerse en lugar del otro y considerar los derechos del que espera respirar aire puro.
Y porque justamente no está en el fumador apagar el cigarrillo por su cuenta es que esperamos una legislación que nos contemple.
Ley despareja no es ley.
1 comentario:
Por suerte la nicotina no me ha tocado esa neurona que limita la capacidad de razonar jajaja, vivo poniéndome en el lugar del otro y así me va. En todo sentido. Sí, es cierto que el fumador por su cuenta no apaga el cigarrillo, en mi caso si sé que al otro le molesta no fumo. Sí parece absurdo que si voy a tomar un café por allí, pueda fumar...Así somos los argentinos nunca nada completito, besosss
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