14.9.06

El Niño Argentino


En la clase de Análisis de texto teatral nuestro profesor propuso ir a ver una obra de teatro para analizarla.
Elegimos El Niño Argentino, después de la disertación de su director Mauricio Kartun en nuestra escuela, ya que muchos habíamos quedado fascinados con él. Anoche lo vimos en el Teatro San Martín, es excelente, bien vale la pena tenerlo presente a la hora de elegir que ver.
Desde mi pequeño lugar sólo puedo decir que la recomiendo, pasé un momento muy ameno.
Reproduzco palabras de Kartun, refiriéndose a Achalay, pueblo al que brinda homenaje:
Alabanzas de Achalay
“Todos los grandes hechos de la historia universal se repiten dos veces. Una vez como tragedia y la otra como parodia”.
Karl Marx

El dieciocho brumario de Luis Bonaparte

Debilidad por los versitos obscenos. Chabacanos. Desde chico: afición por esas parodias de tablado, esa cosa de ratero de secundario en el fondo de unos billares:
"- Majestad, que soy princesa: la puntita nada más... Majestad, que estoy con la regla... -¡Ni aunque estés con el compás...!
En el carnaval, en la borrachera, en la tarima deslenguada del varieté carcajeamos de lo escatológico (literalmente relativo a la vida de ultratumba), para ahuyentar a gritos a la Parca.
Cuanto más fuerte mejor para que escuche con qué ganas estamos vivos. Horror y risa. Incipit tragoedia -dice Nietzche- Incipit parodia.
Me debía esta obra desde aquellos días de estudiante fracasado en el Bar Plaza San Martín; en el tornavías abandonado del ferrocarril, jugando a la morra por cigarrillos Unión.
Este homenaje a la inefable Achalay me ha dado la oportunidad. País generoso. ¡Chapeau Achalay! Una turbia farándula de cómicos de balneario. Y un excéntrico musical. ¿Habría algo mejor para esta épica guasa?
El soberbio payaso blanco todo genio, almidón y retruécano ocurrente.
El tony todo humillación, hematoma y picardía (Ay, la picardía... esa forma resignada y desnutrida de la inteligencia que el poder le reserva a los criados).
Achalay se merecía, cómo no, este género menor. Y tanto más (es todo tan dichoso en esa tierra en derrotero...) Una noche con caviar beluga y a la siguiente con pizza de ananá y palmitos, el champán allá es siempre inagotable. Jugosa, grasa y sana, su carne. Hija de su pastura rica y fresca. Nieta del humus oscuro, gordo y descompuesto. Lo corrompido allí es auténtica fortuna.
Estimo y respeto a Achalay. He vivido allí, claro. Apego entrañable por su gente. Patriótica, fervorosa y pía. Siempre dispuesta a olvidar y perdonar: un día que se vayan todos y al siguiente, esta es su casa.
Eternamente embelesados por la emoción del laurel sportivo, la adoración por la habilidad inútil es allí inenarrable.
Soy casi uno más. Honro hincado sus símbolos, sus mitos y venero su historia que se repite con implacable y primorosa prolijidad de la farsa al drama más sanguinolento... y de esa tragedia a la parodia... Sin sosiego. Achalay, señores, tiene todos los climas.

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