13.6.19

Los recuerdos de Niní

Entrevista a Niní

Después de comer, mientras tomamos un café, aprovecho a preguntarle sobre su niñez; cambiaron tanto las cosas, ¡que lejos quedaron los juegos y entretenimientos de nuestros padres y abuelos!

¿Quién y por qué te llamaron Niní?
Mi tía Adela, hermana menor de mamá,  por Niní Marshall, a mis hermanos también les puso sobrenombres Polita y Yuyito,  por los personajes interpretados por la actriz a la que admiraba enormemente.

¿Me querés contar un poco sobre los juegos que compartían de chicos?
Lo primero que recuerdo es que mi hermano nació cuando yo tenía tres años y mi hermana cinco.
Él nació en noviembre, dos meses después en enero, para el día de Reyes, nos regalaron un latón de color rojo con la tablita para lavar de madera. No sé si cada una tenía su juego o lo compartíamos. A nosotras nos encantaba lavar y nos peleábamos para ver quien enjabonaba primero sus pañales.
¿Sucios, con caca? le pregunto con un poco de asco.
No, por supuesto que mamá ya los había lavado o enjuagado un poco. Ahora que lo pienso ya de chicas nos inculcaron las tareas de ama de casa, será por eso que me gusta aún hoy lavar a mano.
- ¡Por Dios cuánto machismo! agrego.

Sí es el recuerdo... no es sólo los juegos, me dice.
Bueno, contame alguna otra cosa más, lo que quieras.
Recuerdos de niñez, cavila.
A los seis o siete años, al terminar de cenar, teníamos que cambiar a nuestro hermano para hacerlo dormir mientras nuestros padres se quedaban haciendo sobremesa.
Ya más grandes nos ocupábamos de lavar y secar los platos turnándonos. A veces papá le leía a mamá “cosas que no tenían que escuchar los chicos”, recuerdo haber visto los libros  Los Miserables. El Conde de Montecristo y El Prisionero de Zenda, libros que eran gordos e iba leyendo por capítulos cada noche.

Volvamos a nuestros juegos.
¡Como no!
¿Con qué nos divertíamos? Jugábamos con el trompo, a las bolitas, a las cartas, al dominó, al ludo, etc, etc, etc, todos juegos de mesa. También al tonete.
¿Qué es el tonete? No recuerdo haber escuchado ese nombre.
Tonete, sería porque zumbaba cuando uno lo tiraba, reflexiona, eran dos paletas cubiertas de lonja (de cuero, me aclara) y un corcho con plumitas, para jugar como al tenis y sonaba fuerte cuando golpeaba.
También jugábamos a la payana.
¿Con qué?
Con carozos de durazno que limábamos en el suelo rústico para que no nos lastimaran.
En casa nos pasábamos saltando a la cuerda, a la rayuela, jugábamos a las escondidas y a la mancha.
Cuando ya jugábamos a las muñecas las paseábamos en cochecito por toda la casa, afuera no porque nos nos dejaban salir.
Cuando una de mis tías, la tía Chiquita (hermana menor de papá), venía en bicicleta, andábamos en ella una vuelta a la manzana cada una. Nosotras nunca tuvimos bicicleta, mi hermano sí tuvo una cuando tenía unos nueve años.

Ah, cuando mi hermano tenía unos seis años para Reyes le regalaron un sulky tirado por un caballo hermoso forrado en cuero marrón y beige con la crin clara y el asiento tapizado en verde. Tenía pedales y correa para dirigir el caballito y doblar a uno y a otro lado; siempre me quedó el recuerdo, no sé qué habrá sido del sulky, lo habrán regalado, no sé.
Nosotros teníamos un regalo por año sencillito, el que siempre sobresalía era el de mi hermano, no sé si porque era el varón tan deseado por papá.
Ah, bueno, tampoco puedo ser así, recordando bien, el día de Reyes para nosotros era muy importante. A las cinco de la mañana ya estábamos levantados para ver qué nos habían traído. Y con alegría ver que habían comido el pasto y tomado el agua que les habíamos dejado. Toda una ilusión ¡que fue muy linda!
Ahogada en llanto me cuenta la desilusión que tuvo cuando descubrió la bicicleta escondida detrás del ropero, esa mañana ya no se pudo levantar a pesar de la insistencia de su madre para que el hermano no se diera cuenta que los Reyes no existían.

¿Tenían amiguitos?
Sí, nuestras amigas eran tres hermanas, Nenuca, Tucuta y Cristina (la más chiquita que no intervenía mucho en los juegos pero iba a casa a veces).
¿Por qué les decían Nenuca y Tucuta?
Ni idea, los padres eran gallegos, tal vez tenía que ver con eso.
Eran vecinos de nuestros abuelos maternos. Nos encantaba ir a su casa; tenían bohardilla y desde ahí veíamos la calle mientras jugábamos. A veces íbamos nosotras y otras venían ellas.
Las invitábamos para jugar a las visitas; teníamos un jueguito de té en miniatura y el té que servíamos era gaseosa. La cocinita la había hecho mamá con una lata de aceite, la leña eran unas ramitas que juntábamos y prendíamos fuego para cocinar pizzas en latas de sardinas y tortas en latitas de picadillo.

¿Me contás algún recuerdo de tus abuelas o abuelos?
Los abuelos por parte de mamá, los abuelos de Tan tán…
¿Por qué los llamaban de Tan tán?
Porque por el frente de la casa pasaba el tranvía tocando la campana y por el fondo el ferrocarril hacía sonar el pito.
Al llegar a la casa había unos seis escalones que daban a un pequeño jardín; a un costado mi abuelo había hecho una glorieta de rosas rodeadas de caña tacuara (las cañas simbolizaban la libertad de la patria, porque con ellas se la había defendido). Un gesto romántico del abuelo que era todo un poeta.
En la glorieta había un juego de jardín hecho por él, una mesa redonda, un banco largo y dos banquitos, hechos en material simulando troncos, como uno ve en plazas antiguas.
Al costado de la casa había un sauce llorón y de las paredes laterales brotaban culandrillos.
Tenían un terreno grande, al fondo había un cañaveral. Nuestro abuelo había ido cortando las cañas formando un caminito y una sala para armar nuestra casita. Cuando llegábamos de la escuela para jugar allí, tirábamos agua para lavar el piso de tierra y ése era el lugar de las visitas. Vos sabes que el piso parecía de material, al echarle agua y barrerlo quedaba duro, duro, como si fuera material, no se hacía barro ahí.

Nos encantaba ir con mi hermana a la casa de nuestros abuelos paternos, los abuelos de Tití, íbamos por los menos una o dos veces por semana, o los fines de semana o tal vez en las vacaciones.
¿Por qué abuelos de Tití?
No sé muy bien, tal vez porque a mi tía, la hija más chica de los abuelos, la llamaban Chiquita y le decíamos Tití.
Abuela de Tití tenía muchas flores en su jardín durante todo el año, flores de todas las estaciones. Me encantaba ir a juntar flores, en especial las violetas. Hasta el día que fui grande, ya con mi hija en brazos, llegaba y abuela me decía ¡Ahí están tus violetas!

¿Algo más?
Mis abuelos siempre tenían preparadas frutas: nísperos, manzanas, granadas y uvas, todas de su huerta. Las uvas las cortaban y las colocaban en agua fresca para que comiéramos a la tarde. Eso siempre, no serían de darte un beso pero ahí teníamos su cariño.
Mientras pasaba la tarde y nosotros íbamos a recoger huevos entre el pasto de un terreno aledaño, el abuelo estaba sentado en un sillón de lona, debajo de un aromo o una acacia, mirándonos sin hablar mucho.

Seguro los estaba cuidando, intervengo y sigo ¿Qué otro recuerdo tenés de la casa de tus abuelos?
Lo que más recuerdo es el jardín lleno de flores, las que quisieras. Al fondo donde estaba la conejera el terreno estaba cubierto de violetas, mi abuela lo había dejado como un jardincito para mí, decía ¡Ahí está el jardín de mi nieta!
Y volvíamos a casa con un ramo multicor de narcisos, junquillos, jacintos, boca de sapo (conejitos), dalias y crisantemos que armaba abuela de Tití para mamá.

Emocionada, empieza a lagrimear mientras su voz tiembla. ¿Más recuerdos? me pregunta.
Bueno, a ver, los que quieras.
Al lado de casa había un terreno donde mamá plantaba todo tipo de verduras; me gustaba ir a carpir y regar tomates, ajíes, lechuga, acelga, zanahorias, repollo, zapallitos, perejil, espinaca, etc…
¿Esa tierra no era de ustedes?
No, el terreno estaba abandonado en ese entonces; Pola compró el lote cuando se casó, ya habían pasado muchos años.

Nosotras juntábamos pasto y les dábamos a las gallinas, y a los conejos verdolaga.
¿Y tu hermano participaba de esas tareas?
No, creo que no; lo que pasa es que a nosotras no nos dejaban salir y él sí tenía amigos y podía jugar frente a la puerta de casa a la pelota.
¿Jugaba en la vereda o en la calle?
En la calle que no era transitada, además sólo en esa cuadra. Eran muchos chicos, habían muchos chicos en nuestro barrio.
¿Y ustedes no podían tener amigos en la cuadra?
No, en la calle, no.

¿Otro recuerdo? me dice mientras mueve la cabeza a uno y otro lado como negando. Y concluye, siempre con la emoción a flor de piel “Dentro de todo fue una niñez feliz, simple pero feliz.”

Esta narración está basada en hechos reales, en Montevideo, en los años 40. Es una historia familiar y su protagonista, Niní, es mi mamá.

Tere

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