26.6.18

El mundial del 78 y yo (cuento breve)


El mundial del 78 y yo


A los veinte años sabía que los argentinos éramos los number one. Con los compañeros de la facu salíamos a festejar cada triunfo del equipo nacional. No sólo éramos la sede del mundial por primera vez en la historia sino que éstabamos haciendo historia ganando cada partido hasta llegar a la final.
Ese día decidimos reunirnos en la casa del flaco Otamendi, el único que tenía un televisor grande y a color. Además vivía cerca de la 9 de Julio, lugar de encuentro para celebrar tamaño evento.
Antes de finalizar el partido ya estábamos en el Obelisco esperando el resultado junto a cientos, que digo cientos, miles de fanáticos que como nosotros estaban prendidos a la radio escuchando al relator. Poco tiempo antes de terminar llegó el empate que nos hizo transpirar durante el tiempo suplementario. Pero al fin Kempes y Bertoni lo hicieron posible y ahí estábamos nosotros festejando el 3 a 1 definitivo.
En el Estadio Monumental se tiraban al viento papelitos y se oía un sólo grito de corazón, en el obelisco la gente enardecida también festejaba con cornetas, matracas, bombos, banderas y gorros de arlequín; los autos hacían sonar sus bocinas y muchos hinchas nos saludaban desde el balcón. El mundial era nuestro, no importaba ya nada ni nadie, todo era amor por la camiseta y el "Vamos, vamos Argentina" nuestro lema. Sin duda era un día de fiesta donde los argentinos nos abrazábamos a nuestra bandera. Fue una jornada inolvidable, la gente en las calles y la algarabía popular que ganaba pueblos y ciudades. -¡Vamos Argentina carajo!
***
Un jueves de primavera a las tres y media de la tarde cruzo Plaza de Mayo para acortar camino, yendo del bajo a la calle Florida. Alrededor de la Pirámide de Mayo un grupo de mujeres con pañuelos blancos en sus cabezas caminan cabizbajas y en silencio, me pregunto ¿quiénes son, qué están haciendo?
A la noche al llegar a casa le digo a mis viejos si tenían idea, si sabían algo de esas mujeres que había visto a la tarde y que sin saber cómo ni porqué me habían estremecido con su andar lento, sus cabezas cubiertas y tanto sosiego.
Mi padre me dice -Son las llamadas “Locas de Plaza de Mayo” madres que salen juntas a reclamar por sus hijos desaparecidos, todos los jueves a la misma hora marchan alrededor de la pirámide, cubriendo sus cabezas con pañuelos blancos.
- ¿Locas, madres, desaparecidos, qué? No sé de que me está hablando, me siento perdido, para mí todo esto es nuevo y no tengo la más puta idea ¿qué me está diciendo?
Papá me dice que algo de eso leyó por ahí, no sabe mucho pero parece que la cosa en el país está bastante fea y hay mucho miedo, que por las dudas no hay que meterse y cuanto menos uno sepa mejor.
En ese momento se me vino el alma a los pies, yo argentino hasta la médula, que creía que éramos los mejores; a mí que orgullosamente me hinchaba el pecho la frase “Los argentinos somos derechos y humanos”, que cantaba con sentimiento el himno y se me ponía la piel de gallina al ver flamear mi bandera. Yo que creía estar bien informado, que leía el gran diario cada mañana, ahora descubría que no sabía absolutamente nada. Me sentí caer sin red, me ví a mi mismo en una burbuja grande y espesa, me sentí vacío por dentro y por fuera, esta nueva y cruda realidad me abofeteó con dureza.
Ya nada sería igual, no me podía ganar la indiferencia, necesitaba si era posible conocer, aunque oscura, la verdad.
Teresita Acosta Martínez

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