30.5.18

Manos verdes



Manos verdes

El señor esta mañana me trajo un hermoso geranio con bellas flores de color rojo carmesí. La tierra para plantar la preparé con buen abono, espolvoreada con harina de huesos y algo de humus también.
Tengo buena mano para las plantas, manos verdes que le llaman. Pensar que hace cinco años el terreno era pedregoso, una tierra árida, pobre y llena de malezas. Hoy las plantas están espléndidas bajo mi cuidado y hacen que mi patrón se sienta orgulloso de mí.
Por lo menos una vez al mes me trae nuevos y magníficos ejemplares, bien distintos como tantos individuos hay. Me siento feliz de poder cumplir holgadamente con mis funciones, creo que si me voy no va a hallar otro jardinero que pueda ejecutar con tanto empeño esta tarea.
Lo que hace tiempo fue un desierto hoy en día es un vergel, inspiración de pintores, fotógrafos y escritores. ¡Cuantos vecinos y desconocidos se acercan a verlo sin haber sido invitados siquiera! El dueño está satisfecho y yo ni les cuento, después de todo me ocupo del diseño, construcción y mantenimiento.
Me emociona cada vez que hay nuevos arbustos para cultivar, me empeño en hacer el pozo, regar y espolvorear unas cucharadas de harina de sangre para lograr una buena floración. Y consigo dar nuevas formas y color representando a cada uno de ellos. Ellos que no saben que puedan trascender la muerte, que sus espíritus tienen cobijo bajo un árbol o arbusto. Los cuido, al bajar el sol riego y se despiertan los pequeños habitantes del suelo. También veo destellos de almas que bailan y otras que flotan entre macizos de flores.
A menudo me veo obligado a remover alguna floral o arbusto para dar lugar a una nueva planta, es que son tantas y crecen tanto que sus hojas y tallos se quieren enredar. No quiero que el jardín pierda su forma y las matas parece que lucharan por sobrevivir, sacando a relucir enormes hojas y ramilletes de diversos colores. Las que tienen espinas parece que me arañan en defensa propia. A veces sueño que me atrapan, que me ahogan, tal vez quieran vengar a aquellos que duermen bajo sus pies.

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Siempre le tuve mucha confianza al jardinero, un tipo callado y discreto resultó ser. Nunca hizo preguntas y se limitó a hacer su trabajo, lo veo muy entusiasmado cada vez que traigo una nueva planta.
Elijo con esmero la que creo tiene que ver con el alma de cada uno. El blanco para la inocencia, el rojo de la pasión, el amarillo y el naranja siempre alegres, el negro elegante, el violeta distinguido... Y así y así... siempre busco el color que mejor les siente. También las flores las escojo dedicando la que corresponde a su dueño, amapolas para aquella encinta, claveles para una madre, fresias para los amigos, hortensias para los solitarios, rosas para la dulzura, tulipanes para el amor y muchas, muchas variedades más.
Son muchos los curiosos que han llegado hasta el fondo, los invitamos a pasar y algunos no se van más.
Todos lo meses, aunque sea una vez al mes, hay un nuevo integrante, alguien a quien cuidar, bajo una planta, un color, una emoción. Hace años que van poblando y hacen lucir soberbio mi adorado jardín.
Teresita Acosta Martínez

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