Ayer camino a Capital desde Avellaneda, en un colectivo de la línea 95, había dos mujeres sentadas delante nuestro, una mayor y otra de mediana edad.
Comieron un palito helado y a la más vieja se le ocurrió tirar primero el palito por la ventanilla y luego un papel, no sé si el envoltorio o alguno usado como servilleta.
Con tanta mala suerte para nosotros que el papel salió por una ventanilla y entró por la otra, la nuestra.
Las dos maleducadas intercambiaron alguna sonrisita cómplice sin siquiera pedir disculpas.
Me deshice del papel como pude, tratando de no tocarlo, lo tiré al piso mientras interiormente las puteaba en todos los idiomas.
Por supuesto que no dije ni una palabra, me guardé toda la rabia, sentía vergüenza ajena, en tanto me preguntaba porqué muchas personas hacen en el espacio público lo que seguramente no hagan en sus casas.
Justamente en estos días la vereda de mi cuadra es un pequeño basural, el viento nos acerca los papeles grandes y pequeños , que gentuza cómo esa anda tirando por ahí.
¿Tanto cuesta guardar los envoltorios, boletos, papeles y papelitos en la cartera o el bolsillo, o tenerlos en la mano hasta encontrar un bote de residuos?
Cada día hay más mugre en la ciudad y es que lamentablemente los mayores son el peor ejemplo para sus niños...
En el caso que referí, la mujer más joven tenía un incipiente embarazo, es de imaginar que su pobre hijo, con semejantes abuela y madre, no va a gozar de buena educación y costumbre.
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