12.6.18

La oportunidad de laburar


La oportunidad de laburar


-Hola, pucha, esperaba encontrarte, pero bue, ya que te llamé te cuento:
Ya hace más de seis meses que me rajaron del trabajo, la cosa está difícil viejo, no hay laburo.
Arañando llegaré a fin de mes nomás, ya me comí los ahorros y la indemnización también.
Al Rafa ya le avisé que prepare el cuartito del fondo porque esta semana sin falta tengo que dejar la pensión.
Andrea no quiere que vea a los pibes, no entiende que no puedo cumplir con la cuota; le dije que me aguante un poco, que después le paso todo junto pero nada, no quiere saber nada. Ya me dijo que no llame hasta no tener los pagos al día, que me olvide de los chicos.
¿A vos te parece? ¡La guacha se fue con otro tipo y ahora no me permite ver a los pibes!
Marquitos me parte el alma, cuando me ve no para de llorar, la última vez se agarró de mis pantalones y no me quería soltar, lloraba a moco tendido el gurí.Los más grandes se conforman pero viste cómo es, el Marcos siempre fue el más apegado a mí.
Y yo ando desesperado, sin un mango en el bolsillo y ahora también sin poder ver a mis hijos.
Así que ya sabes, cuando tengas algo chiflá. A esta altura ya no tengo pretensiones, lo que quiero es trabajar de lo que venga nomás...
Un abrazo viejo, no estamos viendo.
***
No pasaron dos días cuando Rubén me llamó para ofrecerme un laburo.
Me dijo que en dos horas me pasaba a buscar en la camioneta, que estuviera bañado y bien empilchado, que íbamos a ver a unos amigos.
Me puse la mejor camisa, bien planchada, y el único saco que tengo.
Me afeité la barba de cuatro o cinco días y cuando me ví al espejo no me pude reconocer, era otro tipo, ¡que pinta que tengo! Hacía tiempo que no me veía tan fachero.
Mi amigo llegó puntual, bien vestido y perfumado, en una 4 x 4 0 KM que casi me caigo de culo. Juntos éramos dos galanes de Hollywood.
Le pregunté que íbamos a hacer, a quién teníamos que ver, y el muy turro no me quiso adelantar nada.
Manejó más de una hora, llegamos a un barrio bien bacán.
En la puerta de una casa, que mas bien parecía una mansión, nos esperaban otros dos, tan bien entrazados como nosotros.
Nos hicieron pasar a un living enorme y sentar en unos sillones grandes y bien acolchonados.
Yo miraba de reojo para todos lados, no podía creer el lujo que veía, una casa así sólo se ve en algunas revistas Hola, de esas que tanto le gustan a las minas.
Pasaron unos minutos y apareció un tipo joven, serio y de buen porte, un gerente parecía, nos saludó dándonos la mano y muy amablemente nos hizo pasar al comedor.
Nos sentamos a la mesa, larga, con doce sillas por lo menos. El dueño de casa ocupó la cabecera y a su alrededor seis esperábamos sus primeras palabras.
Nos dio la bienvenida con una ligera sonrisa y ahí nomás hizo una seña a los camareros que trajeron platos repletos de comidas exquisitas y varias bebidas. Conocí sabores que ni sabía que existían.
El asombro de tal despliegue me dejó mudo. Pero más mudo quedé cuando me ofrecieron tamaña oportunidad de laburar.
Al terminar de comer, a la hora del café y del coñac, Horacio, el dueño de casa, nos explicó a los nuevos de que se trataba esta oferta de trabajo.
-Ramos generales, dijo.
La gran casa ofrecía a sus huéspedes, clientes vip, comerciantes, estancieros, políticos y hasta gente de la curia, un albergue con spa atendido por voluptuosas señoritas, algunas de acá y otras extranjeras, que aparecían en catálogos para hacer más fácil la elección de la mercadería, como las llamó.
Si en el álbum no aparecía la mujer que el cliente requería había que conseguirla como fuera, dejó claro que todos los medios eran válidos. Ahora mismo estaban a la búsqueda de carne fresca, las jovencitas eran las más cotizadas hoy en día.
Y con el fin de ampliar las ventas, para satisfacer todos los gustos, se sumaba a la propuesta la elección de hombres jóvenes, fuertes y bien parecidos, que formarían parte del nuevo staff.
Además, el servicio incluía la provisión de buena merca por lo que alguno se tenía que ocupar de transar con proveedores también.
Horacio pedía discreción, eficiencia y fidelidad a sus "socios", como llamaba a sus empleados a cambio de generosa retribución. Nos decía que recompensaba muy bien nuestros servicios y en especial a aquellos que ampliaban su red de negocios dándole nuevas sugerencias.
Yo escuchaba sin decir una palabra, las ideas galopaban a mil por mi cabeza. Necesitaba tiempo para pensarlo bien. Veía al resto de los convocados muy entusiasmados, los ojos en algunos casos parecía que se les iban a salir de lugar.
Yo estaba entre la espada y la pared. La plata, la buena pilcha, una casa decente, el auto, las vacaciones con los chicos podían ser posibles. Ya veía el éxito en Rubén. Pero lo mío era otra cosa, siempre había sido pobre pero decente como mis padres, abuelos y hermanos. Me preguntaba que pensarían hasta mis hijos si supieran de que forma me iba a ganar el sueldo.
En esas cavilaciones estaba cuando me nombraron para preguntar que me parecía, si agarraba viaje o no. Me quedé en silencio, sin saber que responder, no lo podía decidir así tan de repente, necesitaba tiempo y pensarlo bien. Insistieron una y otra vez hasta que me animé a pronunciar palabra y les dije que les estaba muy agradecido por la propuesta pero que no iba a decidirlo en ese preciso momento, que lo tenía que pensar y que la semana que viene les diría sí o no.
Todos me miraron asombrados, no podían creer que desperdiciara semejante oportunidad, estaba claro que los reunidos querían salir de la mala racha sin más. Hasta mi amigo se quedó pasmado. Horacio guardó silencio mientras me miraba con los ojos fieros y jugaba con su mano izquierda haciendo girar una bala de grueso calibre sobre la mesa, la mano derecha no la veía parecía reposar sobre sus piernas.
Nos fuimos serios con un saludo frío y seco. En el camino de regreso casi no intercambiamos palabra. Creo que Rubén estaba enojado conmigo pero no dijo nada. Al llegar a casa bajé del auto con un simple chau, hasta la próxima.
Mi amigo me retuvo un momento para decirme -Mario pensa bien que vas a hacer, tenes una hermosa familia, tus hijos te necesitan, en especial Lucila que ya está en la escuela... Pensalo bien Mario, con estos tipos no se jode. Una oportunidad así no tiene desperdicio, creo no se va a repetir. Ah, y no digas nada a nadie, de esto ni una palabra, queda entre nosotros... ¡Chau viejo, suerte!
***
Ya pasaron cinco días, me quedan sólo dos para aceptar o no el trabajo en la Casa Bordel.
Todavía no encontré otra cosa, ya estoy instalado en el galponcito de la casa de mis viejos. A mis hijos por ahora no los veo. Y el futuro se me hace negro.
Esta noche lo consulto con la almohada y lo voy a decidir, aunque no crea que pueda dormir.
Teresita Acosta Martínez

No hay comentarios.: